Es decir, que en un momento dado de la historia desarrollamos cerebros más grandes y
ahora los tenemos más pequeños.
En el Mesolítico (hace unos 50.000 años) el tamaño promedio del cerebro humano era de
1.468 cc en las mujeres y de 1.567 cc en los varones. Actualmente, las cifras han descendido a
1.210 cc y 1.248 respectivamente, lo que, aun admitiendo una cierta reducción del peso
corporal, no deja de ser una disminución excesiva.
Lo que se sugiere es que el ser humano ha seguido un proceso de, digamos, amansamiento.
Un proceso que se produjo por una suerte de eugenesia: nos dedicamos a matar a las
personas con cerebros más grandes y, por tanto, más conflictivas, y así éstas no se
reprodujeron.

El miedo y la agresividad son rasgos que se manifiestan en último lugar durante el desarrollo
posterior del sistema límbico en la base del cerebro. Así que la manera más probable de que
la evolución produzca un animal afable o manso es detener prematuramente el desarrollo del
cerebro, que tiene como consecuencia un cerebro más pequeño y, sobre todo, un “área 13”
más pequeña.
El “área 13” es una parte del sistema límbico cuya función, parecer ser, es desinhibir las
reacciones emocionales adultas tales como el miedo y la agresividad. Este proceso se ha
observado en diversos animales, como los bonobos. Pero también en los seres humanos.
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